domingo, 13 de noviembre de 2011

47


     —A la salida vamos a tomar unas birras. ¿Querés venir?
     Maidana parecía sorprendido.
     —Dale…
     —¿Vos, Olarticoncha?
     Tenía cosas que hacer en casa, pero preferí acompañarlos. 
     Cuando Tortonese salió, nos vio con Javier y Boglioli.
     —¿Hoy no van para ese lado? —me preguntó.
     —No, vamos a tomar unas cervezas con los pibes.
     —¿Puedo ir con ustedes?
     Lo miré a Boglioli. Él asintió.
     —Claro…
     Javier lo fulminó con la mirada.
     Esperamos a que saliera el resto y empezamos a caminar. Aprovechando que Tortonese iba más adelante, Javier lo señaló con un movimiento de la cabeza y le hizo a Boglioli un gesto de «¿Qué onda?».
     Boglioli lo miró con cara de «¿Y que querías que le dijera?».
     Javier hizo señas de «¡Es un hinchapelotas!».
     Boglioli chasqueó la lengua y puso cara de «Todo bien, boludo…».
     —¿El pelado de acá a la vuelta les vende? —preguntó Tortonese.
     —No, vamos acá a media cuadra de la estación —respondió el Gato—. Vamos a lo del viejo boludo, ¿no?
     El Tano asintió. 
     Fernández y Boglioli fueron a comprar las cervezas mientras los demás los esperábamos en la plaza de la estación. Al rato volvieron riéndose.
     —¿Qué pasó, boludo?
     Se sentaron en el pasto y Boglioli nos contó:
     —Nos estábamos por ir y en eso el viejo me dice: «Pibe, ¿te puedo hacer una preguntita?». «Sí», le digo. Y el viejo me pregunta: «¿Vos sos punk?».
     Todos se rieron.
     —¿Y vos qué le dijiste?
     —«Sí. ¿Cómo se dio cuenta?»
     Se cagaban de la risa. Maidana también.
     —Y el viejo le respondió: «Por la ropa».
     —Estaba re-contento, por haber adivinado…
     —Qué aparato…
     —¿Y por qué le dijiste que sí?
     —¿Qué le voy a decir? «Nooo, señooor, yo soy metaleeero…»
     —¿No le pidieron que las destape? —preguntó el Tano.
     —Uh, qué boludo… —dijo Fernández—. Pará que se las llevo.
     Lautaro le sacó una botella.
     —Dejá, boludo; las abrimos con los dientes…
     Lo hizo.
     —Te vas a quedar sin muelas, animal —dijo Boglioli—. Abrila con el encendedor…
     Abrió la otra.
     —¿Te dijo algo tu vieja el otro día? —le preguntó Lautaro a Javier.
     —No, nada.
     —¿Qué pasó?
     —El sábado fuimos a lo de Javier y este pelotudo se puso en pedo —dijo Lautaro señalándolo a Boglioli.
     —¿Se pusieron a chupar delante de tu vieja? —preguntó Tortonese.
     —No, boludo… —dijo Javier—. Mi vieja cayó después…
     —¿Pero vos no sabías que iba a venir?
     —Sí, pero no sabía que este boludo se iba a agarrar el pedo que se agarró…
     —No estaba en pedo —se defendió Boglioli—. Estaba un poco alegre nomás.
     —Si te vomitaste todo…
     —Te dije que estaba descompuesto, boludo… Me comí unas albóndigas que me hicieron mierda…
     —Sí, claro…
     —¿Maidana?
     El Turco le ofreció una de las botellas. Maidana asintió con la cabeza y la agarró. Todos lo miraban.
     —¿Dónde vomitó?
     —En el baño. Pero igual… Me hizo quedar para el orto… Mi vieja me preguntaba: «¿Qué le pasa a ese chico?». «Está descompuesto», le decía yo.
     —¿Y se la comió?
     —No… Qué se la va a comer…
     —Si cuando ella llegó, este estaba cantando a los gritos…
     —Después se mandó una… Perá que no me la acuerdo.
     Javier buscó en su carpeta la planillita de los furcios y leyó:
     —«Tengo el orto en la puerta del orto.»
     Algunos se rieron.
     —¿Qué quisiste decir?
     —El sorete en la puerta del orto… Lo que pasa es que este boludo estaba en el baño y yo me estaba garcando.
     El Tano le sacó la carpeta a Javier y se la pasó a Maidana.
     —Mirá lo que hace este boludo.
     Maidana se puso a leer los furcios. Se mataba de la risa. Javier estaba serio y miraba el piso.
     —Está bueno —dijo Maidana cuando terminó, y le devolvió la carpeta al Tano.
     —¿Qué es NDI, Mandibulón? —le preguntó el Tano a Javier. Estaba escrito en la carpeta con liquid paper.
     —No Demuestra Interés.
     —¿Y eso qué es?
     —El nombre de una banda, boludo…
     —¿Y DAJ?
     —Diferentes Actitudes Juveniles.
     —¿Y EDO?
     —Existencia de Odio.
     —¿Todo lo que escuchás se llama así, Mandibulón? ¿DNI, UCR, TDK?…
     Los pibes se rieron. Javier suspiró y meneó la cabeza.
     —Che, boludo, el otro día escuché el tema de los pitufos —le dijo Boglioli—. Qué pelotudez…
     —¿Qué tema? —preguntó el Gato.
     —El de Attaque 77.
     —Ese que dice: «¡Gil! Tu mujer se encamó con un pitufo» —cantó Lautaro.
     —Es cualquiera, boludo… —continuó Boglioli—. «Tu mujer se dio el lujo de tener hijos pitufos» —recitó—. Qué letra más pelotuda…
     —Perdón —dijo Javier—, porque las letras de lo que escuchás vos están bárbaras… La del camión de Hermética, por ejemplo…
     —Boludo, habla de un chabón que se gana la vida conduciendo un camión… No vas a comparar…
     Javier se mordió el labio inferior y meneó la cabeza.
     —¿Vos qué música escuchás, Maidana? —preguntó el Tano.
     —De todo un poco…
     —¿Todo te gusta?
     —No, todo no, pero tengo gustos variados… Pop, rock, heavy metal…
     Vi que algunos se sonreían.
     —¿Hardcore? —preguntó Lautaro.
     Maidana dudó.
     —Algo…
     —Pero no te hablo de las porno, eh… Te hablo de la música hardcore…
     Todos se rieron. Maidana también.
     —Ya sé…
     —Ah, Maidana —dijo Boglioli—, me había olvidado de decirte: ya hablé con mis amigos y te vamos a tener en cuenta para la batería, eh… Ayer probamos a uno, pero no nos convence. Le falta la potencia que tenés vos. —Algunos parecían a punto de reírse—. Tal vez te hagan una prueba como la que te hice yo el otro día.
     —¿Así que tocás la batería?
     —No, nunca toqué la batería.
     —Pero Boglioli dice que tenés buen ritmo…
     —Eso dice él…
     —Con razón elegiste música en vez de dibujo…
     —¿Cómo era, Maidana? —dijo Boglioli, y tarareó el tema de Pantera.
     Maidana sonrió, pero no sacudió la cabeza.
     —¿Te hiciste un tatuaje? —preguntó el Gato.
     —Sí —respondió Boglioli. 
     Se arremangó para mostrarlo. Era un tigre.
     —Me lo hizo un conocido. Gratis.
     —Ah, con razón está tan feo…
     Todos se rieron.
     —¿Qué tiene de feo, boludo?
     —Todo… Parece un perro…
     —A ver, Olarticoncha, vos que sabés. ¿Qué tal está?
     Me acerqué para mirarlo.
     —Tiene el hocico un poco largo —dije.
     —¿Viste, boludo? —dijo el Gato.
     —Pero tan mal no está… —dijo Boglioli—. ¿O sí?
     —No, tan mal no está —le respondí.
     —Cuando tenga un poco de plata me lo voy a hacer arreglar. Le voy a achicar el hocico y le voy a agregar un fondo.
     —Che, ¿qué hablabas hoy con la Gorda? —le preguntó el Gato a Lautaro.
     —¿Qué gorda?
     —Caferri, boludo…
     —Ah… Nada… Boludeces…
     —Te la estabas re-chamuyando, hijo de puta. Se cagaba de la risa.
     —Nada que ver, boludo… Estábamos hablando de la de geografía…
     —Claro, claro…
     Lautaro se rió.
     —En serio, boludo… —dijo—. Además, si me la estaba chamuyando es cosa mía.
     —¿Y? ¿Entrega o no entrega, la Gorda? —preguntó Fernández.
     El Tano le hizo una seña al Turco.
     —Mirá: ahora que te la levantaste a Lezcano, se conforman con cualquier cosa…
     Algunos se rieron.
     —Está buena la Gorda, boludo… —se defendió Fernández—. ¿No viste el culo que tiene?
     —Lo debe tener todo caído —dijo el Tano—. Para darte cuenta de cómo es un culo, lo tenés que ver sin pantalones.
     —Claro, porque vos viste muchos…
     —Más que vos seguro.
     —Cómo te hacías el boludo, eh… —dijo Lautaro—. «A mí me gustan las mujeres, no las pendejas…» Turco hijo de puta…
     El Turco sonrió. El Gato le apoyó una mano en el hombro.
     —Disculpá pero yo te lo tengo que decir: qué buena que está tu novia… —Algunos se rieron—. No te ofendas, eh… De onda te lo digo… Te felicito.
     Hacía rato que Tortonese no le quitaba la vista de encima a Maidana.
     —¿A vos cuál te gusta del curso? —le preguntó.
     Maidana dudó. Todos lo miraban.
     —No sé…
     —¡¿Cómo no vas a saber, Maidana?! —dijo alguien.
     —Es que hay varias chicas lindas…
     —Sí, pero una te tiene que gustar más que el resto…
     —¿O con eso sos como con la música?
     —¿Cuáles son las chicas lindas del curso? ¿A ver?
     —No sé… Mikaela, por ejemplo…
     —¿Mikaela? —preguntó Boglioli—. ¿Te gusta Mikaela?
     Maidana dudó.
     —Sí…
     Tortonese se rió.
     —¡Estás re-colorado, boludo!
     Era mentira.
     —¿De verdad? —preguntó Maidana.
     Ahí sí se empezó a poner colorado. 
     Tortonese asintió. Se seguía riendo y aplaudía.
     Hijo de puta…
     —Entonces te gusta en serio, boludo… —dijo. Maidana asintió sonriendo—. Boludo, todo bien… Estamos entre amigos…
     —¿Y qué te gusta de Mikaela? —preguntó alguien.
     —No sé… Todo…
     —¿Pero qué te gusta más? —preguntó otro.
     —No sé… La cara, por ejemplo…
     —¿No sabés nada, Maidana?
     Algunos se rieron.
     —No lo cargués, boludo… —intervino Tortonese—. ¿No ves que le da vergüenza?
     —¿Por qué te da vergüenza?
     Maidana dudó.
     —Ya sé: vas a decir «No sé».
     Algunos se rieron. Maidana estaba serio y miraba el piso.
     —¿Estás enamorado?
     —¿Cómo le vas a preguntar eso, boludo? —dijo Tortonese—. Si está enamorado es asunto suyo… Esas cosas no se preguntan. Yo estuve enamorado de varias minas, pero, si alguien me preguntaba, decía que no. Esas cosas son para hablarlas con los amigos íntimos… ¿Nocierto, Maidana?
     Maidana asintió.
     —¿Y ya la encaraste? —preguntó alguien.
     Maidana negó con la cabeza.
     —¿Y qué esperás, boludo? —preguntó otro.
     Maidana dudó.
     —¿No sabés?
     —No tengo ganas de hablar de eso…
     —Uh, boludo… ¿Tan mal te tiene?
     —Disculpanos, Maidana. Si sabíamos no te cargábamos.
     —Todo bien —dijo Maidana.
     —Boludo, ¿no querés que te haga gancho? —le preguntó Tortonese.
     Maidana sonrió con desgano.
     —No, gracias… —dijo.
     —¿Por qué no, boludo?
     Tardó unos segundos en responder.
     —Una vez le quise regalar un alfajor y se me rió en la cara. Mirá si me va a dar bola…
     Todos se quedaron callados. Vi que algunos se sonreían.
     Tortonese rompió el silencio.
     —Eso no quiere decir nada, Maidana; a veces las minas reaccionan así cuando uno les gusta mucho. Porque les da vergüenza y les es más fácil jugarla de difíciles. ¿Sabés cuántas se me rieron en la cara a mí y terminaron entregándose? Cuando es así, uno tiene que insistir, insistir, insistir…
     Maidana no respondió.
     —Si no probás, nunca vas a sacarte la duda. Dejame que te haga gancho, boludo. Yo con la mina tengo confianza. ¿Total qué podés perder? El no ya lo tenés…

2 comentarios:

  1. no publicas nunca pero cuando lo hacés, tus posts son larguísimos! y yo los leo enteritos e.e
    Me encantó como lo redactaste, pude imaginarme completamente la situación, los gestos, los tonos de voz.
    En cuanto a mi blog, sigue siendo el mismo, sólo cambié el URL. Y quiero que me cuentes el sueño, yo hoy publico mi experiencia prometida ;)

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  2. ¿Estás siguiendo la novela por entregas? Pensé que sólo visitabas Carne con Alambre.
    Me alegro de que te haya gustado lo que leíste.

    Ponete un abrazo de mi parte.
    Muchas gracias por pasar.

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