lunes, 21 de marzo de 2011

0

Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!
Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca.

                                                                                      Apocalipsis 3:15-16



     —Che, boludo, te tengo que contar algo…
     —¿Qué?
     Angeleri miró hacia atrás, para asegurarse de que nadie lo pudiera oír.
     —No sabés lo que me pasó ayer… Hay que tener cuidado con Maidana.
     —¿Por?
     Hizo una pausa y me miró con aire misterioso. Siempre hacía lo mismo.
     —Los pibes tienen razón: Maidana es puto.
     Me reí.
     —¡¿Por qué?!
     —No te rías, boludo; te estoy hablando en serio…
     —Bueno, dale… Contá.
   —Ayer, cuando salimos de gimnasia, me invitó a su casa para que pudiera comer y pegarme una ducha antes de volver al colegio. Por el nuevo horario; ya no me da el tiempo para volver a la mía.
     —Sí, me habías dicho.
   —Primero yo no sabía si ir.  Por lo del viejo, ¿viste?… Pero tampoco me quería ir al colegio todo transpirado… La cuestión es que llegamos a la casa, ¿no?
     Pensé: No sé. ¿Llegaron a la casa? ¿Cómo voy a saber si llegaron o no a la casa? Yo no los estaba siguiendo, pero no dije nada.
    —Viste que Maidana tiene ese calefón eléctrico de mierda que tarda como media hora en calentar el agua…
     Esta vez no me pude contener.
     —¡Claro! ¡¿Cómo no nos dimos cuenta antes?! ¡Tiene calefón eléctrico: es re-puto!
     —¡No me jodás, boludo! ¡Dejame terminar!
     —¡Dale, Nicolás! ¡Vamos a llegar a la avenida y me vas a seguir contando sobre la casa de Maidana! ¡Decime qué pasó!
     —Esperá, que para que entiendas te tengo que explicar todo…
     Suspiré y meneé la cabeza.
    Qué vueltero que era Angeleri… Si yo me sacaba diez en las pruebas de educación cívica, él se debía sacar como quince o veinte. La profesora de cívica… Qué hija de puta… No leía las pruebas; contaba las páginas y ponía la nota. A nosotros ya nos lo había dicho el hermano de Javier, que era más grande que nosotros y la había tenido el año anterior. Nos decía que en su curso hasta había algunos alumnos que comenzaban y terminaban la prueba con el tema correspondiente, pero que en el medio le relataban partidos de fútbol o le escribían recetas de cocina. Parece que una vez, cuando estaban por terminar las clases, la pescó a una y le dijo: «¡Me extraña de usted, que siempre ha sido tan buena alumna!». ¡Y la hija de puta le había escrito recetas en todas las pruebas del año!… Nosotros no le queríamos creer, pero al final era así. Y Angeleri, cuando contaba algo, hablaba como yo escribía en las pruebas de cívica: agregando una sarta de detalles al pedo.
   —La cuestión es que cuando llegamos, Maidana encendió el calefón. Y mientras se calentaba el agua, se puso a jugar al tetris porno en la computadora.
     Me reí.
     —¡¿El qué?!
     —El tetris porno, boludo. ¿No lo conocés?
     —¿Qué es? ¿Un tetris con pijas y conchas que caen del cielo?
     —No, boludo… Es igual al tetris normal, pero al costado tiene una ventana con una mina en pelotas que está oculta. Por cada línea que hacés con el tetris, desaparece una línea del bloque que tapa a la mina…
     —Y cuando ganás, la ves a la mina en pelotas.
     —Claro.
    —Es una pelotudez. Prefiero mi versión: caen culos, conchas y pijas del cielo, y vos tenés que embocar las pijas en las conchas y los culos.
     —Dale, boludo… Dejame seguir contando…
     —Bueno, dale. Se puso a jugar al tetris porno. ¿Y?
     —Pará que te cuento cómo se fueron dando los hechos.
     Pensé: Hablás como Crónica, hijo de puta…
     No dije nada.
     —Teneme paciencia que nunca me había pasado algo así.
     —¡Dale! ¡Contá!
     —Bueno. La cuestión es que se puso a jugar al tetris porno, ¿no? Ya eso mucho no me gustó. No sé a vos, pero a mí me da cosa cuando se ponen a ver pornografía delante mío. Es algo para hacer en la intimidad, me parece.
     Llegamos a la avenida. Lezcano y Domínguez venían a una cuadra; se habían demorado charlando con Onzari.
    —Hoy voy para lo de mi amigo; te acompaño hasta la parada. Pero andá redondeando que no ando con mucho tiempo.
     —Bueno. El tema es que mientras jugaba al tetris porno me empezó a mirar raro… Cada tanto, de reojo, como para ver como reaccionaba… Y en eso me dice: «Ahora cuando me duche, me voy a hacer una buena paja. Vos, si querés, también te podés hacer una».
     Hizo otra pausa dramática.
      —¿Y? ¡Seguí!
     —Yo no le contesté nada; me reí como si fuera un chiste. Pero no lo decía en chiste… Cuando se terminó de calentar el agua, se fue a bañar él primero. «Si querés, podés jugar al tetris porno mientras tanto», me dijo. Yo le dije: «No, gracias».
     —Nicolás, andá directo al tema porque con este pibe quedé a las seis.
    —La cuestión es que mientras se bañaba, se puso a gemir. Se estaba pajeando el hijo de puta.
     —¡Te estaba jodiendo, boludo! ¿No lo conocés?
     Me miró serio.
     —¡Dale! ¿Y?
     —Después me tocó bañarme a mí…
     —¡¿Y?!
    —Me estaba bañando y en eso, de golpe, se corre la cortina. Me doy vuelta y lo veo a Maidana, sonriendo. «¿Y? ¿Te estás pajeando?», me preguntó. «¡No! ¡Salí, boludo!», le dije yo. Él se rió y se fue. 
     Llegamos a la parada del bondi.
     —Ahora decime: ¿por esa boludez vos decís que Maidana es puto?
     —¡Pará que todavía falta!
     —¡No tengo tiempo, Nicolás! ¡Te pedí que lo cuentes resumido!
   No quería perderla a Lezcano, pero tampoco me quería ir sin escuchar el final de la historia.
     —¡Bueno! ¡Ya termino! Después, cuando estábamos comiendo, se puso a jugar al tetris porno otra vez. Y en eso se levanta, se pone en cuclillas delante mío, me pone una mano en cada rodilla y me dice: «Dale, sacala que te la chupo».
     Lo miré.
     —¿Y?
     —Y yo lo empujé, me levanté y le dije «¡Pará, loco! ¡Conmigo te confundiste! ¡Yo no soy como vos!». Entonces él me dijo: «Es una joda, boludo…».
     Por unos segundos nos quedamos en silencio.
     —¿Y? ¿Es o no es puto? —me preguntó.
     Tardé en responderle. Pensé en lo de Mikaela. Aunque no estaba seguro preferí decirle: 
     —Para mí que era una broma.
     —¡Una broma! ¡Claro! ¡¿No entendés?! ¡Se tiró el lance, boludo! ¡Y después se echó para atrás!
     La verdad es que el relato me había impactado, pero preferí joderlo a Angeleri para que no se diera cuenta.
     —¿Y por qué no la sacaste para comprobarlo?

1 comentario: