martes, 17 de enero de 2012

56

     Ya han pasado treinta años desde que llegamos a Astrábalon. Aún no hemos logrado retornar a nuestro hogar. ¿Nuestro hogar? ¿Realmente podemos llamarlo así? Hemos vivido más tiempo en esta tierra que en aquella que nos vio nacer. Nuestra tierra de origen, así prefiero llamarla. 
     «Cuando derrotéis a Gorkänd Ghûl, la gema os devolverá a vuestro mundo», nos había dicho Valtar. Sin embargo, no fue eso lo que sucedió: el Señor de los Demonios había sido destruido y nosotros seguíamos aquí. Valtar nos explicó que para ser transportados, todos aquellos que proviniéramos de nuestro universo debíamos encontrarnos en una misma habitación en el momento en que yo tocara la gema. El problema era que el Turco no había aparecido; habíamos registrado toda la torre sin hallar rastros de él. Buscamos entonces por los alrededores. Interrogamos a los orcos que nos cruzamos en nuestro camino, pero no logramos sacar de ello nada en limpio. Unos afirmaban haber visto a varios de los Guerreros del Infierno partir de lo alto de la torre llevando al Turco con ellos, mas no se ponían de acuerdo respecto a la dirección que había tomado. Otros decían que el Turco había escapado aprovechando el tumulto ocasionado por la muerte de Gorkänd Ghûl. Las numerosas pisadas de los orcos hacían imposible comprobar si esto era verdad. 
     Y así fue como comenzó nuestra cruzada. No ha habido rincón de Astrábalon que hayamos dejado sin registrar. Al comienzo íbamos todos juntos, más tarde nos fuimos dividiendo. Nuestra búsqueda nos llevó por diferentes rumbos y nos distanció por mucho tiempo. Cada uno de nosotros enfrentó numerosos peligros, realizó numerosas hazañas, ganó riquezas y renombre; pero ninguno encontró al Turco. Parecía que la tierra se lo hubiese tragado. Nos preguntamos si estaría muerto. Valtar nos dijo que eso era fácil de averiguar: si el Turco había muerto, bastaría con que nos reuniésemos nosotros para que la gema nos transportase. Hicimos la prueba; nada sucedió. Eso significaba que el Turco estaba vivo. Pero ¿dónde podría hallarse? La sola idea de volver a recorrer Astrábalon en su busca nos resultaba extenuante; diez años de andanzas habían sido más que suficientes para nosotros. Con mucha tristeza, tuvimos que aceptar que el asunto ya escapaba a nuestras fuerzas. Después de esto cada uno se fue por su lado, a disfrutar de lo que había logrado gracias a sus méritos. Decidimos que una vez al año nos reuniríamos para comprobar si el Turco seguía con vida y elegimos para hacerlo el aniversario de nuestra llegada a Astrábalon. Ese día pasaría a llamarse el Día de la Gema. Y así ha sido desde aquel entonces. 
     La historia de cómo llegué a ser rey de esta región es larga y hoy no he de narrarla. Mi reino se extiende desde el Mar de Kierkegaard hasta las lejanas llanuras de Kant, donde las estrellas son extrañas. Al norte limita con el reino de Maidana, al sur con el de Tortonese. Soy famoso en toda Astrábalon por mi poder, benevolencia y sabiduría. Desde que edifiqué mi castillo, las reuniones se han hecho aquí. Hoy sucederá algo poco habitual: aún no es el Día de la Gema y, sin embargo, habrá una reunión. 
     El primero en llegar es Tortonese. 
     «Aquí me tienes», me dice. «¿Para qué me has llamado?» 
     «Ya lo sabrás cuando lleguen los demás», le respondo. 
     Con el correr de los años, hemos ido adoptando el modo de hablar del lugar. 
     «¿Nos has convocado a todos?» 
     «No. Tan solo a algunos.» 
     Horas más tarde, el grupo está completo. Fernández, Lautaro, Javier, el Gato, el Tano y Tortonese conversan y ríen sin sospechar lo que les espera. 
     «Pues bien, henos aquí a todos», me dice el Tano. «¿Nos revelarás ahora el motivo de tu llamada?» 
     Yo he permanecido de pie, mirando a través de la ventana. Sin voltearme comienzo a hablar. 
     «“Nueve guerreros llegarán de otro mundo para derrotar al Señor de los Demonios. Deberán pasar tres pruebas para demostrar que son los Elegidos.” Así decía la profecía. El Turco no superó la segunda; incluso me atrevería a decir que él era parte de la prueba. Sea como fuese, él era el Falso Elegido. Aquel con el cual se completaba nuestra compañía, el legítimo portador del escudo, era en realidad Maidana. Mas no sería transportado con nosotros; los Dioses reservaban su aparición para el final, para el preciso momento en el que lo necesitaríamos.» 
     Lautaro me interrumpe. 
     «¿Hemos venido de tan lejos para escuchar cosas que ya sabemos?» 
     Lentamente me volteo y los miro. 
     «Si os las estoy diciendo, es porque parecéis no saberlas.» 
     «¿De qué hablas?», me pregunta Fernández. 
     «De vuestra falta de gratitud», respondo. «De no ser por Maidana, todos estaríamos muertos. Y vosotros lo habéis traicionado.» 
     «Por todos los Dioses…», dice Tortonese. «Ahora comprendo: te refieres a la broma que le hemos jugado.» 
     «Ha sido un acto de humillación terrible. ¿A eso llamáis broma?» 
     Luego de un momento de silencio, el Tano me dice: 
     «De acuerdo, ha sido una broma de mal gusto… ¿Eso justifica que nos hayas hecho cabalgar tantas leguas?» 
     «¿Para esto nos has llamado?», me pregunta Javier. «¿Para reprendernos como si fueras nuestra madre?» 
     «¿Y qué harás?», me pregunta el Gato. «¿Castigarnos?» 
     «Veo que tantos años con Valtar te han servido de algo: has aprendido a adivinar», le digo. 
     Algunos se sonríen. 
     «¿Y cuál será nuestro castigo?», me pregunta Tortonese como siguiéndome el juego. 
     «Seréis sumergidos en mierda de borak.» 
     Al oír esto, todos estallan en carcajadas. 
     «¡Siempre el mismo bromista, Olarticoncha!» 
     Hacía tiempo que no me llamaban así. 
     De pronto, ven algo en mi mirada que los hace dejar de reír. 
     «No estarás hablando en serio…» 
     Como única respuesta, llamo a mis guardias. Las puertas del recinto se abren con estruendo y me volteo, listo para impartir mis órdenes. Pero algo me sorprende. No es a mis guardias a quienes encuentro, sino a Lezcano. Inmóvil, sin expresión alguna en su rostro, me mira fijo a los ojos. 
     «¿Y para ti?», me pregunta. «¿No hay mierda de borak para ti?»

1 comentario:

  1. ke haces GUILLE,ELEGÌ ESTE BLOG PORKE VEO KE TERMINÒ,AUNKE LA PREMISA DE POR CIERTO ERA INTERESANTE YA KE LA FAMOSA "GASTADA" SE SUFRE SIEMPRE PRIMERO CUANDO SOS PENDEJO,PORKE SOS DISTINTO O SOS MEDIO FRIKI,Y DESPUES CUANDO SOS GRANDE PORKE TE VOLVES VIEJO,Y ESTO EN ESTA SOCIEDAD OCCIDENTAL Y DE MERDA NO SE VE COMO SABIDURIA,SINO COMO LO REPRESENTA MATT GROENNING.YO CREO KE LA IDEA DE ESTE BLOG ESTUVO BUENA.POR OTRO LADO AYER FUI A BUSCAR A MI HIJO A CONSTI Y COMPRE UNAS SKORPIO DIBUJADAS POR JUANCITO ZANOTTO Y RECORDÈ LOS ENCUENTROS EN LA PLAZA CERCA DE LA EAH.NOS TENEMOS KE VER UN DIA EN ESTA EPOCA DE IMPOSIBILIDAD DE CONTACTOS.ARREGLAMOS EN PRIVADO POR LA MERDA DE FACEBOOK PARA NO PASARTE MIS FONOS POR ACA,PORKE SOY FAMOSO,.ABRAZO REBELDE WITHOUT A CAR...

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